«Toda una vida después». Así lo tituló el
periódico.
El mensaje había sido introducido en una
botella por un hombre abandonado en un islote del Pacífico inmediatamente
después de la rendición del Japón. «Salvadme. Estoy vivo», decía el papel,
escrito en japonés y en inglés. Unas coordenadas copiadas de una carta de
navegación indicaban el lugar de procedencia de la botella, que vagó por el
océano durante décadas en busca de lector. Sesenta y ocho años después, las
redes de un pesquero coreano capturaron una botella sin lustre entre millones
de escamas moribundas, a poco más de doscientas millas del punto de origen.
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