Tras una carrera por el centro
de la ciudad, el taxi les dejó cuando ya era noche cerrada en el cruce entre
una calle del antiguo barrio judío y un callejón tan estrecho y retorcido que
sólo podía ser peatonal. Bastaba una cadena humana de dos personas con los
brazos extendidos para conectar las fachadas de los edificios a ambos lados.
—¿Seguro que es aquí?
—preguntó sin mucho entusiasmo Denis—. No parece una calle con mucha vida
social.
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