Fue un ataque rápido y también
debió ser doloroso. Por suerte para Nico, duró poco. Yo estaba adormilado sobre
el sofá. Noté una patada en el suelo y abrí los ojos con sobresalto. Nico se
retorcía frente a mí. Su cara, normalmente afable, estaba desencajada. Con la
mano derecha se apretaba el antebrazo y se daba golpes en el pecho. Al cabo de
un instante cayó al suelo sin sentido. Yo me acerqué inmediatamente y noté que
su cuerpo ya no era el mismo. De hecho, su cuerpo seguía allí, pero Nico se
había ido. Di un par de vueltas a la habitación sin saber qué hacer. Después me
recosté a su lado, apoyé la cabeza sobre su pecho y cerré los ojos.
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